Griselda Perrotta

El último soldado

Decías algo del amanecer
yo doblaba las frazadas
Irnos sin rastros
Nosotros justo
que desde una cueva hacíamos temblar gigantes
Que los vimos
golpear su escritorio con las dos manos para advertir
e hicimos llama la chispa de tantos

Nosotros somos el rastro, dijiste
y fue lo último que escuché
Después vimos la puerta abrirse de una patada

Estamos solos, decías la noche anterior
Negaba pero tenías razón
Como cuando me agarraste la mano y corrimos
El sol saliendo también esa vez, recuerdo
Desde entonces todo fue noches
camas prestadas
andar con lo puesto
Cómo no enamorarnos en ese paso de apocalipsis
si el último bastión éramos nosotros
El último soldado

Cuando escapemos voy a contarte:
nunca adherí tanto a esta lucha
Me pregunto si alguien más sentía como yo
No elegimos el verano
Siempre
Las cosas grandes
son dadas por alguien más, pero
¿Dónde quedaba la duda?
En ese fervor grupal
masivo
común
No había tiempo para esas cosas
Tiempo
Tiempo y tu voz firme que entendíamos verdad
Duda inútil y estúpida
Como este arrepentimiento que es a medias y además tardío

Perdí la cuenta del tiempo
Aprendí el límite del dolor
Los mil matices de un gris que no deja de propagarse y se extiende
Ya ni escucho los lamentos
la queja
el derrumbe

Soy
el peso muerto de un cuerpo cortando el aire
Flores al costado de una tumba vacía
Vueltas en círculo y no encontrar
La llaga de una nación que grita Nunca Más pero no deja de repetirse
Su incendio mal apagado

No elegimos el verano, recuerdo
y entonces de vuelta escucho tu voz que es luz
hijos libres
bosques nuestros
Pero no todavía
No todavía

¿Cuántos colores son necesarios para tapar este gris?
¿Cómo?
¿Cómo es que afuera escucho gorriones,
cómo es que igual sale el sol si el gris no cesa?
Si no logramos romper los candados
¿Fuimos
acaso
la ilusión de un puente que acabó por ceder?

No se ruega por nosotros todavía
No suficiente

Mañana seremos carteles
listas
pintadas en las paredes
que nos invoquen y nos invoquen y nos invoquen
El porvenir a destiempo
Ceniza que se monta al río y avanza
Restos que nutren la tierra
y después barro
y valió la pena
Porque sabemos
que nadie fue tan feliz como nosotros cuando mirábamos el fuego
Y ninguna hoguera es en vano
Ninguna

Nadie esperaba esta lluvia
Fuimos el verano, es cierto
Pero el cansancio

¿Quién resiste la tibieza en los pies,
el viento fresco en la nuca?
No hay belleza en permanecer donde todo ha muerto

Mañana tal vez otros
Nosotros
Seremos tierra nutrida y el río correrá limpio para inundar las naciones
Los carteles no harán falta
Tendrá sentido el color

Tal vez otros mañana
No yo
Hoy
No todavía

Los desertores

Voy a delatarme
Dejar de inventar excusas que me pongan en la puerta de un Italpark abandonado
o peor
esa masa verde en que lo convirtieron

Aviones que despistan para impactar contra estaciones de servicio
Trenes sin frenos
Bengalas que se atoran en un falso cielo

La ciudad sabe
de este ácido en las entrañas
cada vez que una niña vende flores en Constitución y un señor las compra
Pero callamos

Merecemos el tridente atravesándonos la carne

No supimos poner a salvo las semillas
Ya no habrá lluvias ni abejas suficientes
sombra bajo los árboles

Lo inmediato consume
Lo correcto diluye
Somos un compilado eficiente de frases de señalador

Teníamos el parque de diversiones más grande de Sudamérica
y lo cambiamos por escenarios multifunción
donde tomar mates en ronda sobre una lona de Frida Kahlo

Pero aquí estamos
Los desertores
La piel de gallina en verano
El terror de no saber si nuestras hijas podrán gritar sus nombres mañana

No alcanzarán los pañuelos para recuperar lo que nos sacaron
lo que nos dejamos arrebatar
No alcanzarán los colores

Elijamos bien las causas
porque hay un vampiro en la puerta de cada hogar
al acecho de cada suspiro nuestro
Limándose las uñas con cal
mientras nosotros
tomamos mates en ronda y nos tatuamos pelotudeces

Basta de lamento si no estamos dispuestos a reparar puentes
a construirlos, si es necesario

Seamos los símbolos
los pañuelos
Se lo debemos a cada cuerpo al costado de una ruta
A los que nunca vamos a recuperar

Tengo miedo de que el cansancio nos venza y dejemos de reconocernos
De que al saltar del balcón imaginemos alas
y nos contemos
mirando al suelo
que la televisión decía la verdad

Tengo miedo de que la lucha sea un entretenimiento de pocos
Mientras los monstruos
nos duermen al lado y los abrazamos

De que algún día
este océano
a nosotros también nos dé igual

Griselda Perrotta nació en Buenos Aires en 1976. Es traductora e intérprete de inglés, abogada y docente de la Carrera de Traductorado Público en la Universidad de Buenos Aires. Escribe narrativa y poesía. Varios de sus textos obtuvieron menciones en distintos concursos y fueron publicados en antologías y revistas literarias. Comparte material en su blog «Princesa de la viruta». Publicó «Frontera» (Peces de ciudad, 2017).

Foto de Elda Caridad.

Revista Muu+
Marzo 2019

¿Qué te pareció? Tu opinión es importante.